sábado, 6 de septiembre de 2008

Y si

Los hombres, qué tema, los hay de todos los colores, tamaños, formas, sabores y así la lista podría ser interminable. Por suerte la vida me permitió conocer varios de ellos (bueno, tampoco tanto pero a modo de muestra me alcanzan). Y si, fueron todos muy importantes. Cada uno a su manera y según su rol. Claro, el primero de todos fue mi papá, por supuesto. Vale aclarar que cada tipo de hombre viene con un modo específico de relacionarse. Podría dividirlos en categorías, por un lado tipos de hombre y por el otro la forma en que se vinculan con una. Ojo, esta categorización es pura y totalmente subjetiva, aplica solamente a mi realidad y experiencia aunque pueden encontrarse similitudes con otras vidas.
Bien, en ese caso mi papá sería un hombre fundamental para mí, clave para la construcción de mi identidad femenina. Edipo a full, hijita de papá, primera vez que una se siente “enamorada” de un hombre y amenazada por la presencia de otra mujer, mamá, su esposa, la otra. Experiencia muy educativa y formativa para afrontar situaciones de la adultez (triángulos, cuernos o cómo lo quieran llamar) con cierta templanza de carácter. Es decir, que si de chiquitas, y de grandes también, tuvimos un Edipo hacía papá corremos mucho menos riesgo de volvernos unas Glen Close en Atracción Fatal.
Luego está el amor fraternal más puro, el de los abuelos. Ellos son un tipo de hombre a lo Papá Noel, viejitos, bonachones y muy regalones. Nos malcrían, llenan de regalos y nosotras los adoramos. Esta clase de relación nos prepara para que más adelante sepamos elegir compañero tomando en cuenta su billetera y capacidad de hacernos regalos sin importar su barriga, pelada, flaccidez o cantidad de años que nos llevan.
Otro hombre importante en mi vida fue un profesor. Y si, son importantes porque nos enseñan y preparan para el futuro, nos transmiten importantes conocimientos. ¿Y quién no se enamoró alguna vez de un profesor? Todas alguna vez soñamos con que nos de clases particulares, en mi caso el profesor de matemáticas, el único varón encima en colegio de mujeres. Tremendo. Este tipo de vínculo nos ayuda a entender las nociones del intercambio de valores. No estoy hablando de la bolsa de valores ni nada de eso, no. Me refiero a que ellos nos dan lecciones de gran valor cultural y por qué no sexual, y a cambio nosotras les damos lo que valemos en frescura, juventud, ignorancia y torpeza.
Cuando entré al mundo laboral, conocí un hombre que resultó ser muy importante porque supe de primera mano lo que era un verdadero hijo de puta. Cuestión que nunca más me confunda con uno y lo tome por buena persona, no, no. Aprendí a identificarlos enseguida gracias a él. ¿Quién era? Mi jefe, claro. Explotador, manipulador y psicópata aparte de feo y grasa. No obtuve nada grato sólo la claridad de poder distinguir a los hijos de puta en una multitud.
Y claro, también está el compañero de trabajo, que parece buen tipo, que te ayuda, te enseña, te cuenta de su novia, es divino, indefenso. Una le toma cariño, se vincula como un hermano casi. Hasta que en la fiesta de fin de año se emborracha, se convierte en Mr Hyde y te manosea toda mientras baila. Te confiesa su amor eterno, bla, bla, bla y al día siguiente en el trabajo no te puede ni mirar a los ojos. Y una se quiere morir, perdió un amigo y ganó un pobre idiota que ni se puede hacer cargo de su vida. Uf!
El caso del compañero de estudios es muy similar pero no tanto. Primero te juntas a estudiar y compartís apuntes y nos ayuda con lo que no entendimos, es un gran apoyo. Pero después te perjudica porque siempre te va mal en los exámenes. Y acá estoy sin diploma todavía. Ok, todo mal pero no es tan grave. Al menos una la pasó bomba en todas esas reuniones de estudio.
Claro, no me olvido del marido. Uno de los hombres que nos terminan de definir. Para mí una historia con principio, desarrollo y fin. Como una película. Con escenas de amor, de acción, de terror, de drama y de comedia. Todo el videoclub en una sola peli que finalmente hay que devolver porque sino terminas pagando multa. Y como no me gusta acumular deudas supe retornarla a tiempo.
Y si, por último pero espero que no finalmente, el sacudón ¿El amante? ¿El amigo? ¿El extraño? ¿El conocido? El que se me cruzó. No sé como catalogarlo, este se me escapa de la estructura. Quizás por eso es tan especial. Inolvidable, agradable, refrescante, no puedo ubicarlo en ninguna lista todavía y ojalá nunca pueda. Aunque la magia no es eterna y sé que tarde o temprano todos encuentran su lugar en la lista. Seguramente el encanto radica en la ansiedad del no saber y a su vez en la esperanza de volver a cruzarlo. En ese limbo que es el mientras tanto y en el valor que adquiere el aquí y ahora.

No hay comentarios: